El interrogatorio de testigos constituye materia de esencial conocimiento y dominio por parte del abogado litigante sea cual sea el orden jurisdiccional en el que intervenga. Tan es así, que un interrogatorio mal planteado o deficientemente practicado puede acarrear consecuencias desastrosas para la defensa del caso.
Con base en esta idea, hoy nos ocuparemos de aquellos errores que el abogado no debe cometer mientras se lleva a cabo la práctica de tan importante medio de prueba. De esta forma, la información de este post no solo nos servirá de llamada de atención, sino que reforzaremos el conocimiento de los principios que deben orientar dicha práctica.
Expondremos dichos errores a modo de decálogo:
1.- Interrogar cuando no debamos hacerlo: Antes de proceder al interrogatorio del testigo hemos de disponer de un objetivo claro (favorecer la credibilidad del testigo y/o de su testimonio en el interrogatorio directo, y destruir la credibilidad del testigo y/o de su testimonio en el contrainterrogatorio), lo que supone que se ha realizado una preparación profunda del caso, de modo que sólo en el supuesto de que a través del interrogatorio podamos alcanzar dicho objetivo estaremos facultados para proceder al mismo. Por el contrario, de no disponer de un objetivo o de ser prácticamente imposible su consecución, hemos de desechar la práctica del interrogatorio.
Aquí hemos de resaltar la importancia de la preparación de todo interrogatorio, pues llevarlo a cabo sin la misma, es decir, asistir a juicio sin un objetivo determinado, sin planificación previa, a la ligera y sin un esquema argumental preciso, puede tener consecuencias devastadoras ya que corremos el riesgo, muy probable, de que la posición de la parte contraria se vea reforzada. Un interrogatorio no preparado suele aumentar la credibilidad del testigo y el contenido de su relato, debilitando, en contrapartida, nuestra posición.
2.- Leer las preguntas del interrogatorio: Es práctica común del abogado preparar el interrogatorio elaborando las preguntas en una lista escrita para facilitar su organización y estudio, lista que durante la práctica del interrogatorio se convierte en un guion bien estudiado que nos ayudará al mejor desarrollo del mismo. Ahora bien, interrogar a los testigos leyendo literalmente las preguntas, y especialmente al testigo de contrario, resulta harto incomodo, pues el interrogatorio se vuelve artificial y poco fluido, lo que redunda en su eficacia: el testigo tiene tiempo de pensar, se siente confiado y seguro porque ve que no preguntamos espontáneamente y llega a pensar que no estamos preparados; el juez se aburre y empieza a perder la atención necesaria, etc.
3.- Interrogar sin ritmo: Todo interrogatorio tiene sus ritmos. Un ritmo rápido ayuda a interrogar a un testigo impidiéndole pensar demasiado para buscar una salida mientras que un ritmo pausado permitirá que el testigo se explaye para ganar confianza. Ritmo pausado equivale a sosiego y tranquilidad para el testigo; ritmo rápido supone mayor tensión y exigencia. Sin embargo, en ocasiones el abogado no mantiene el ritmo adecuado haciendo que la prueba pierda la tensión requerida, llegando incluso a producirse la circunstancia de que por culpa de un ritmo inadecuado acaba realzándose un testimonio no deseado o minusvalorándose el que nos interesa.
4.- Ser poco claros y precisos en las preguntas: A la hora de interrogar hemos de centrarnos en los puntos esenciales que nos interesa corroborar o desvirtuar a través de la prueba testifical, y para ello hemos de ser muy precisos, concretos y directos. Por lo tanto, hemos de evitar preguntar sobre cuestiones poco relevantes que no aporten nada a la resolución del caso o sean poco concretas. Ciertamente, habrá fases en las que debamos emplear las preguntas generales y abiertas para nuestro propósito (interrogatorio directo), pero esto no tiene que significar que nos estamos alejando de nuestro objetivo, sino todo lo contrario, en estos casos lo que hacemos es dirigir el interrogatorio estratégicamente al lugar que nos interesa.
5º.- Enfrentarse con un testigo: Los testigos deben ser tratados con respeto y cordialidad durante el interrogatorio, pues éste debe realizarse con fluidez y un enfrentamiento u hostilidad innecesaria entre abogado y testigo no conduce absolutamente a nada. La razón de ello reside en que el testigo debe estar tranquilo, para que a través del interrogatorio podamos indagar más fácilmente hasta obtener nuestro propósito. Entrar en una discusión o enfrentamiento verbal con el testigo solo consigue perjudicarnos, pues nos aleja de la atención y concentración que nos exige esta prueba. Obviamente, ello no impide que en determinadas circunstancias deban, y creo que es bueno, producirse situaciones de tensión entre el abogado y el testigo que miente que ayudarán a desenmascararlo. No obstante, nunca se debe perder el respeto.
6º.- Formular mal la pregunta: Todo ordenamiento jurídico establece los principios generales sobre la forma en la que deben llevarse a cabo las preguntas, por lo que es obligación de todo abogado conocer a fondo estás reglas y así evitar la desagradable corrección del juez. Sin embargo, en ocasiones se cae en el error de realizar preguntas con valoraciones, calificaciones, etc. o que no guarden relación con el hecho que se está juzgando (impertinentes), que no resulten adecuadas para el esclarecimiento de los hechos controvertidos (inútiles), que inducen al testigo la respuesta que deberá dar a la pregunta (sugestivas), que inducen al testigo a error o a una contestación inexacta, bien sea a través de una pregunta muy larga (normalmente subordinada) que el testigo no entiende correctamente o a través de una pregunta que contenga varias preguntas.
7º.- Sentirse intimidados ante una llamada de atención del juez: En ocasiones el juez nos llama la atención sobre la forma en la que estamos llevando a cabo el interrogatorio o nos avisa con el consabido “Tiene Vd. alguna otra pregunta que realizar”. En estos casos, si el abogado no está atento y concentrado, puede verse afectado por la llamada del juez y dar por terminado el interrogatorio antes de tiempo, quedando numerosas cuestiones sin precisar. Esto denota una total falta de confianza en el abogado que habrá que corregir, si bien hemos de reconocer que el aviso del juez ya, de por sí, supone que algo no está funcionando correctamente.
8º.- Emplear tecnicismos: Utilizar tecnicismos implica vulnerar la regla de la claridad y precisión que debe prevalecer en todo interrogatorio dada la incapacidad del testigo para entender términos técnicos o jurídicos. Esto es una norma que no precisa de muchas explicaciones pues la necesaria fluidez del interrogatorio exige evitar las interrupciones que sin duda se producirán y que perjudicarán el ritmo del mismo.
9ª.- Preguntar al testigo cuando desconocemos la respuesta: En ocasiones, aun teniendo dudas sobre el contenido de la respuesta del testigo, nos embarcamos en la hacer la pregunta y luego la respuesta puede ser devastadora para nuestros intereses. Obviamente, esta regla no afecta a aquellas preguntas con las que ya contamos que el testigo de contrario nos va a responder negativamente y que constituyen parte de la estrategia del interrogatorio. Nos estamos refiriendo a aquellas preguntas cuya respuesta en uno u otro sentido puede ser definitiva para el resultado del caso y al hacerla no estamos seguros del sentido de la respuesta.
10º.- Ser reiterativos en la pregunta: A veces, tenemos tanto interés en que el testigo nos responda algo en concreto, que cuando lo ha hecho pero de forma contraria a lo esperado (lo cual a veces ocurre con el testigo que hemos propuesto) seguimos insistiendo una y otra vez, lo que concluirá con una llamada de atención del juez. A veces es mejor parar y volver más tarde introduciendo la cuestión de otra forma, pero lo que no podemos hacer es perder la concentración tratando de forzar lo inevitable.
En definitiva, qué duda cabe que habrá otros errores en los interrogatorios que habremos omitido (y que me gustaría me comentarais), pero los expuestos representan una clara muestra de situaciones que pueden ayudarnos a un mejor desempeño en una prueba tan trascendental como la analizada.