Intervenir como abogado en un juicio es una experiencia verdaderamente única y que solo pueden entender aquellos que se han puesto la toga para tal menester. Y es única, puesto que no conozco, en el ámbito de mi profesión, ocasión en la que los sentidos no se encuentren más afinados y propensos a captar todo lo que ocurre durante el desarrollo del acto judicial.

Así, independientemente de la responsabilidad que tenemos de llevar a cabo nuestra defensa eficazmente, los abogados tenemos que estar pendientes de toda una gama de conductas y actitudes que se manifiestan por el juez, el letrado contrario, las partes, los testigos e incluso el público asistente en la sala. De este modo, y una vez que ha comenzado el juicio, el abogado tendrá que estar necesariamente pendiente de todas las situaciones que se viven en juicio y cuyo máximo exponente lo representa por el lenguaje verbal y no verbal de los asistentes al acto (comentarios, miradas furtivas, gestos de contrariedad, una leve sonrisa, etc.)

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