Si bien constituye una materia poco atractiva para muchos abogados, quizás por la aridez de los conceptos tratados, lo cierto es que la voz y el uso que hacemos de ella en el foro representan una materia esencial para aprender a transmitir nuestro mensaje convenientemente, por lo que todo orador forense que se precie deberá asegurarse de conocer los diversos aspectos que contribuyen a que, en el foro, nuestro informe oral o alegato llegue adecuadamente al auditorio (juez, tribunal o jurado).

Nos referiremos a continuación a los denominados elementos paralingüísticos de la comunicación,  que, formando parte de la acción del discurso,  son aquellos que acompañan el empleo de la voz y que sugieren interpretaciones particulares de la información propiamente lingüística, ayudando así a la comprensión del mensaje (entonación, ritmo, volumen, silencios, etc.).

La pronunciación:  La pronunciación “es respecto del discurso lo que la impresión de la obra escrita respecto de la lectura” (Jovellanos), abarcando todo lo relativo a la calidad y corrección de las formas sonoras que el orador debe emitir en función de un uso ya establecido.  La pronunciación, cuyos elementos más importantes son la acentuación y la articulación, supone que las sílabas y las palabras del discurso son fácilmente entendibles sin confusión o ambigüedad, y siempre dotadas de claridad y naturalidad.

La entonación: La entonación puede definirse como la modulación de la voz en la secuencia de sonidos del habla que puede reflejar diferencias de sentido, de intención, de emoción y de origen del hablante. También puede entenderse como la línea melódica definida por la sucesión de tonos que, en una cadena hablada (palabra, oración, etc.), contribuye a determinar su significado. Como señala Llorca Ortega, así como en la palabra escrita nos servimos del subrayado para destacar una idea o una frase, en la expresión oral nos servimos del énfasis de la entonación.

Por lo tanto, a través de la entonación el hablante, con una determinada intención o sentido, varía la intensidad  y el volumen de la voz voluntariamente y así consigue que su mensaje se entienda, dando sentido al mismo.

La entonación que debe emplear el orador a la hora de formular su alegato dependerá fundamentalmente de la clase de mensaje que quiera transmitir en un momento determinado, si bien es normal mantener un tono (cualidad del sonido relacionado con la agudeza o gravedad de la voz) intermedio, es decir, ni muy agudo ni muy grave, el orador deberá conocer los momentos en los que es más conveniente dotar de una determinada entonación al mensaje. Enunciar, preguntar o exclamar requieren un registro de entonación diferente y, caso de mantener un tono monocorde durante estas variaciones del mensaje, escasa atención mostrará el auditorio que, al poco, se aburrirá y dará rienda suelta a otros pensamientos más interesantes. Por lo tanto, no podemos olvidar que frente al error del orador que constituye usar un tono uniforme, las inflexiones y cambios de entonación son fundamentales para mantener la atención del auditorio y dotar a cada argumento del sentido o intención necesarios. En todo caso, a través de la entonación, siempre que no sea exagerada o reiterativa, conseguiremos llamar la atención del juez.

El ritmo: El ritmo o número de palabras por emisión de voz puede identificarse con la velocidad con la que se habla, pudiéndose hablar de ritmos rápidos, pausados o lentos.

En oratoria, el ritmo tiene suma importancia, ya que la exposición del alegato debe someterse a un ritmo determinado, dependiendo del tipo de idea o pensamiento que queramos transmitir, pues aquellos asociados a la emoción o la pasión requerirán un ritmo más rápido, frente a aquellos más profundos a los que la lentitud lo hará susceptible de recibir mayor atención, pues en un discurso rítmico, la combinación de ritmos produce un efecto muy favorable, ora se acelera el ritmo durante la exposición de varias ideas conectadas o ante una afirmación enérgica, ora se ralentiza para expresar un pensamiento clave del alegato. En todo caso, el ritmo aconsejable en el discurso forense es el intermedio o pausado, ya que es esta velocidad de crucero la que le permitirá exponer las ideas con claridad y con una mejor modulación (variación de las cualidades del habla como volumen, velocidad, tono y pronunciación, para dar un sonido más agradable).

El volumen: El volumen o intensidad de la voz equivale a la fuerza en que se emite el sonido. De acuerdo a este componente podemos encontrar una voz alta, baja o intermedia. El volumen es un elemento básico para transmitir sorpresa, suspense, recalcar aspectos importantes, etc…

Al igual que ocurre con el ritmo, el orador debe huir de los extremos, tratando de encontrar una intensidad adecuada para que alcance a nuestro auditorio (con independencia de la grabación de la vista), por lo que se recomienda un volumen intermedio, algo más alto que el de una conversación normal. No obstante, siempre se producirán momentos en los que sea necesario subir el volumen de voz, especialmente cuando tengamos que transmitir una idea o un pensamiento lleno de emoción o pasión, pues no se entiende de otra manera la exposición de éstos. Por el contrario, el descenso del volumen de voz es un recurso extraordinario para llamar la atención sobre un argumento al que pretendamos dar suma importancia, ya que el auditorio, ante el repentino descenso de voz, prestará instintivamente su atención al contenido del mensaje.

Las pausas: En todo discurso escrito o hablado, las pausas delimitan los diversos grupos fónicos que lo conforman. Para hacernos una idea del significado de las pausas durante una exposición verbal basta con recordar el tratamiento que estas reciben en la escritura a través del punto, la coma y el punto y coma. Las pausas bien empleadas pueden atraer el interés del auditorio y, a su vez, conceder un leve descanso al mismo, ya que una exposición sin detenciones requeriría un esfuerzo muy difícil de mantener por el auditorio. En el primer caso, quizás el más importante, estaríamos hablando de la creación de espacios de silencio para atraer la atención, pues con la pausa se genera inconscientemente en el receptor un mayor interés en lo que se va a decir a continuación, creando con ello un énfasis elocuente y silencioso. El dominio de esta técnica es fundamental para el orador y supone uno de los usos más prácticos de las reglas oratorias para conseguir el efecto persuasivo.

El secreto: Con el uso del secreto ralentizamos la velocidad y, a la vez, descendemos el volumen de la voz sin modificar su intensidad, consiguiendo enfatizar el mensaje que estamos comunicando, captar el máximo nivel de atención el oyente, recuperar su atención si no está atento, e involucrar a la audiencia en un estado de complicidad.

Lo interesante del uso del secreto en juicio es que puede ser muy útil en escenarios vinculados al interrogatorio y a la emisión del alegato, ya que, de usarse adecuadamente, podremos:

  • Captar o recuperar la atención del testigo durante el interrogatorio.
  • Resaltar y enfatizar determinados argumentos, ideas, palabras y conceptos claves, etc. al juez durante el alegato.
  • Recuperar la atención del juez.

La combinación de estos elementos paralingüísticos es fundamental para transmitir, junto al lenguaje no verbal, un informe oral o alegato, que transmita y llegue al auditorio, pues si bien el contenido de aquél es vital, en igual medida lo será la forma de transmitirlo, pudiendo afirmarse que la acción es al discurso lo que el espíritu es al cuerpo, pues como señala Martineau, “sin la acción, el alegato corre el riesgo de carecer de vida; las palabras se vuelven insípidas, pierden sus valores y las ideas carecen de efecto”.