Todo discurso, como producto final que se ofrece a un auditorio, es un ejercicio que necesita de una cuidadosa preparación, y para ello es imprescindible que sigamos una serie de fases[1] que suelen sucederse cronológicamente, aunque están íntimamente vinculadas. Entre dichas fases se encuentra la denominada “acción”, que se ocupa de la forma en la que se expone el discurso, pero referida a la intervención presencial y sonora, es decir, más que del qué vamos a decir, la acción se ocupa del cómo lo vamos a decir.

Con dichas premisas, vamos a dedicar nuestro post a examinar los elementos de la comunicación no verbal que más favorecen la ejecución eficaz del discurso, o dicho de otro modo: ¿cómo debo transmitir el informe oral mediante el uso del lenguaje no verbal?

La postura corporal

La postura corporal transmite información sobre la intensidad de la emoción que está viviendo una persona, sobre su personalidad y carácter y, finalmente, sobre la actitud que está adoptando ante determinada situación. Dado su facilidad de visualización, la postura corporal es un elemento fácil de interpretar.

Durante la exposición oral, hemos de manejar el cuerpo de modo que contribuya a obtener el interés y atención del auditorio. Para ello, la postura que deberá presidir la exposición será la leve inclinación hacia adelante, si bien se realizarán movimientos corporales (nunca repentinos o rápidos) que acompañen los giros de nuestro alegato. De hecho, cuando nos dirijamos al juez, hemos de girarnos hacia izquierda o derecha (generalmente 45 %), de forma que el tronco y la cabeza se orienten hacia aquél.  Por otro lado, es recomendable dejar un espacio entre el abdomen y la mesa, y entre la espalda y el respaldo, lo que facilitará los movimientos.

La mirada.

Teniendo en consideración que nuestro alegato se dirige fundamentalmente al Juez, es a éste a quien deberemos mirar principalmente, lo que no obsta que, de forma puntual, dirijamos la mirada al resto del auditorio cuando nos refiramos expresamente a un hecho o acción en la que haya intervenido alguna de las partes y la mirada pueda tener mayor impacto en nuestro alegato. Igualmente, será conveniente mirar al público cuando se hable de un tema que afecte a los derechos o intereses del conjunto de la sociedad, representado en dicho momento por el auditorio.

No es conveniente mirar fijamente al juez de forma prolongada mientras hablamos, pues esto puede generar cierta tensión e incomodidad, por lo que deberemos alternar nuestra mirada (sin mover la cabeza) hacía un lado y vuelta a mirar a los ojos. Hay que evitar por todos los medios desplazar la mirada por encima del juez o hacia abajo, ya que ambos son signos de superioridad y falta de confianza o excesiva humildad respectivamente. Igualmente podremos alternar la mirada al juez de forma puntual con la mirada al adversario[2].

En cuanto a dónde hemos de mirar, los expertos consideran como el lugar más apropiado la zona triangular comprendida entre las cejas y la boca, por lo que evitaremos con ello la mirada directa los ojos que tanta tensión puede generar en emisor y receptor.

Finalmente, al mirar al juez, no bastará un giro de cabeza, sino de todo el cuerpo deberá girarse en un ángulo de 45 º, al igual que nuestra documentación (folios, portátil, etc.). De esta forma, la comunicación será más completa y eficaz.

Las manos

Los ademanes o movimientos que realizamos con las manos tienen como principal función complementar nuestra conversación, ilustrando y subrayando lo que estamos diciendo. Por lo tanto, el movimiento de las manos tiene una función enfática y descriptiva, subordinado al mensaje oral. De esta forma nuestra conversación adquiere mayor solidez y fuerza para la transmisión del mensaje.

Los movimientos de las manos en el foro pueden sujetarse a los siguientes principios:

1º. El movimiento no puede ser continúo, sino que deberá limitarse a determinados momentos en los que enfatizamos o subrayamos alguna idea.

2º. Deberán evitarse movimientos que transmitan nerviosismo y distraigan la atención del auditorio como jugar con el bolígrafo, mover continuamente los documentos, libros, etc…, quitarse y ponerse las gafas, etc…

3º. Evitaremos los movimientos bruscos y repentinos, procurando que, aunque estos puedan ser enérgicos, fluyan con naturalidad.

4º. Para apoyar nuestros planteamientos o transmitir sinceridad debemos girar las palmas hacía arriba. Por el contrario, para negar hechos o argumentos de contrario, las palmas de la mano deberán estar hacía abajo.

5º. Los movimientos enérgicos y simétricos contribuyen a reforzar la contundencia de nuestros argumentos.

6º. Sólo en el uso del estilo patético (emocional), los gestos y ademanes podrán alcanzar mayor energía y movilidad, siempre enfatizando el discurso.

Los Brazos y piernas.

Los retóricos aconsejan la realización de movimientos oblicuos sobre los realizados verticalmente debido a la mayor elegancia de aquellos; por otro lado, el elevar los brazos por encima de los ojos o llevarlos más allá de los hombros denota cierta falta de compostura; finalmente, son preferibles los movimientos pausados a los vivos y rápidos, pues estos están dotados de más elegancia y gracia, sin perjuicio de distraer menos al auditorio.

En cuanto a las piernas, si bien no están visibles, es recomendable que se encuentren derechas y paralelas, pues cruzarlas puede afectar al resto del cuerpo, muy especialmente a la postura general.

Expresiones faciales

La expresión facial es la resultante de los movimientos del rostro, cuyos componentes principales son los ojos, las cejas y frente, boca y nariz. A través del rostro vamos a disponer de una información importantísima sobre lo que otras personas piensan y sienten, y por lo tanto, muy especialmente respecto de su estado anímico.

En este apartado son plenamente aplicables la mayoría de las consideraciones realizadas en cuanto al contacto ocular, por ser los ojos parte esencial del rostro. En todo caso, la expresión facial debe emplearse para comunicar el mensaje al auditorio tratando de transmitirlo con seguridad y confianza, evitando cualquier detalle, por insignificante que parezca, que pueda enviar un mensaje de preocupación o temor.

Igualmente, nuestra cara deberá transmitir un estado de ánimo apacible y, cuando sea preciso, mostrar cuando nos dirijamos al juez un semblante agradable y, ¿por qué no? incluso simpático, ya que la gravedad del acto no tiene por qué impedir que reine en la sala un clima distendido. Esta conducta será apropiada cuando se mantengan conversaciones con el juez o la otra parte sobre aspectos del proceso y, lógicamente, si se da el caso, sobre cualquier tema antes de empezar la vista o una vez concluida.

Para concluir, no podemos olvidar que la mesa los objetos depositados sobre la mesa de nuestro estrado deben estar en perfecto orden y disposición, pues como señala el dicho “una mesa ordenada es reflejo de una mente ordenada”.

 

[1] Invención, disposición, elocución, memoria y acción.

[2] En el caso de que nos dirijamos a un tribunal, es fundamental como regla de educación, cortesía y decoro, que sin duda será bien recibida, dirigir la mirada de forma sucesiva a todos los integrantes del mismo, evitando ignorar, aunque inconscientemente, a alguno de los miembros del mismo. En todo caso, habiendo identificado al magistrado ponente, los razonamientos claves habremos de dirigirlos a su persona.