El adecuado empleo de los denominados recursos oratorios o figuras retóricas constituye materia que parece olvidada por muchos oradores, quienes no se detienen en su estudio o análisis al considerar que desde su estudio a edad temprana las mismas ya fueron debidamente asimiladas, siendo una pérdida de tiempo detenerse en lo ya aprendido y en lo que, además, se manifiesta de forma natural durante la exposición del alegato.
Nosotros, discrepamos de dicho planteamiento, pues todo orador que pretenda implicarse seriamente en las reglas de la oratoria forense debe conocer las figuras existentes y saber identificarlas para, a la hora de preparar su exposición, introducirlas en su alegato con el fin de presentar las ideas del mismo de forma que alcance una mayor riqueza expresiva y fuerza persuasiva. A mayor abundamiento, es un hecho fácilmente constatable que cuando el jurista se enfrenta al examen de las figuras retóricas con su correspondiente explicación, resulta gratamente sorprendido al comprobar la riqueza de figuras que él mismo suelen emplear en los informes, comprobando esta vez la verdadera finalidad con la que inconscientemente las elaboró. Por lo tanto, acorde con la importancia de la concienciación del orador en múltiples reglas y aspectos a veces casi naturales y que pasan desapercibidos, se impone al mismo un estudio regular de estas figuras y su aplicación ex profeso a su alegato.
No obstante, es preciso realizar las siguientes advertencias en cuanto a su empleo en el informe oral:
1ª.- Las figuras retóricas no pueden sustituir al pensamiento, sino que contribuyen a expresarlo lingüísticamente para que el auditorio lo comprenda.
2º.- Figuras, las justas, pues es tan perjudicial para el alegato el privar al mismo de figura alguna como adornarlo exageradamente convirtiéndolo en una pieza al desuso.
3º.- Las figuras deberán emplearse cuando el contenido del discurso lo requiera, es decir, de forma proporcionada y justa. Hay figuras apropiadas para el estilo patético que en un alegato moderado puede distorsionar el mensaje de tal modo que quede ridículo en las formas.
4º.- Las figuras que conllevan cierto desprecio o demérito de personas deberán emplearse muy restrictivamente y sin caer en la vulgaridad o la ofensa. Un ejemplo claro de esto es el uso desafortunado del sarcasmo.
A continuación vamos a examinar brevemente las diversas figuras que se emplean con mayor frecuencia en el foro[1].
Figuras descriptivas
A través de las mismas el orador pretende suministrar al auditorio una exposición más clara y expresiva, haciendo el mensaje más comprensible y digno de atención.
Descripción: A través de la descripción el orador presenta al auditorio lugares, personas, cosas, etc… con tal fidelidad que el oyente puede representarse en su mente con facilidad el objeto descrito. Por ello debe ser clara, ordenada y veraz y proporcionada al discurso.
La descripción, bien realizada, produce un gran impacto en el auditorio, ya que se está trayendo a la sala una realidad exterior que ya ha acaecido y sobre la que versará el debate. El uso de adjetivos y uso del presente (aunque tratemos con situaciones pasadas) es muy recomendable, siendo una figura muy apropiada para la narración.
Cuando la descripción se refiere a los aspectos físicos, morales o intelectuales de una persona estamos hablando de la figura denominada retrato.
« No teniendo suficiente con su execrable crimen, el acusado, tras escuchar los ahogados gemidos de los menores que yacían ocultos bajo el viejo camastro del propio homicida, volvió sobre sus pasos, dejando a un lado el cuerpo ensangrentado sin vida de su esposa, y con la frialdad que solo se espera de una alimaña, sacó a la fuerza a las pobres criaturas de su escondite y con un ensañamiento inconcebible les asestó hasta doce puñaladas que acabaron con sus vidas, consumando con ello el exterminio de su familia».
Enumeración: Consiste en la presentación de una idea por partes siguiendo un determinado orden. A través de la enumeración se aporta claridad y precisión al discurso.
«El demandado, abusando de su cargo, no sólo se dedicó a falsificar los documentos que sustrajo de las oficinas del gerente, sino que acto seguido los empleó para consumar la apropiación de los fondos denunciada. Dos son pues los delitos que habremos de considerar…».
Narración: La narración es la exposición ordenada de un hecho o suceso basado en la reconstrucción histórica y verídica del mismo. Se caracteriza por ser breve, clara, ordenada (normalmente de forma cronológica) y proporcionada al objeto de nuestro discurso.
La narración es un elemento esencial del informe del abogado, remitiéndonos a todo lo expuesto en el capítulo V sobre la división del informe.
Comparación: A través de la comparación se expresan las semejanzas que pueden existir entre dos ideas, personas u objetos. A través de este recurso se aporta claridad al concepto comparado especialmente en asuntos de difícil comprensión.
«El acusado cayó sobre su prometida como una alimaña herida y no cesó en asestarle puñaladas hasta que acabó con su vida».
Antítesis: La antítesis, contraria a la comparación, supone en anteponer una a otra idea para conseguir resaltar aquella que estamos defendiendo.
«Mientras que el Sr. Faustino concluía a altas horas de la noche con toda laboriosidad el encargo realizado y cuya entrega se exigió con tanta vehemencia, el demandado se dedicaba a malgastar sus cuartos a sabiendas que, llegado el día siguiente, carecería de liquidez para cumplir con su obligación».
En un próximo post continuaremos con las figuras patéticas, lógicas e ingeniosas.
[1] Existe mucha literatura acerca del empleo de las figuras retóricas en oratoria forense. Tras un estudio de la misma nos hemos decantado por seguir la exposición realizada por Diego L. MONASTERIO, Nuevo Manual de Retórica Parlamentaria y oratoria deliberativa, Konrad ADENAUER STIFTUNG, 2010. Seguiremos la clasificación de este autor por considerarla más adecuada a efectos de una exposición simple como la que planteamos.