Aquí estamos de nuevo, ante un año que se nos presenta, al igual que el precedente, rodeado de una incertidumbre con la que los abogados nos hemos acostumbrado a convivir, y que parece que durante algún tiempo continuará afectando más de lo que quisiéramos a nuestra ya, de por sí, incierta práctica profesional.

Por ello, a través de este post,  trataremos de ofrecer una serie de recomendaciones que espero nos ayuden a lidiar con dicha incertidumbre y, de alguna manera, a alcanzar nuestros objetivos profesionales para este ejercicio.

Lo primero que me gustaría destacar es que en dicho recorrido serán vitales nuestras capacidades de adaptación e innovación, todo ello arropado por la presencia de los valores.

Adaptación, pues el cambio provocado por la pandemia ha requerido la necesidad de adaptarnos al actual escenario, para lo cual hemos tenido, en ocasiones, que ser más flexibles y cambiar hábitos y conductas; innovación,  ya que hemos de ser necesariamente más creativos, aplicando nuevas ideas cuando sea necesario; en cuanto a los valores, la pandemia nos ha enseñado finalmente a vivir con los mismos, pues si en algún momento ha sido fundamental tirar de la prudencia, la paciencia, el autoconocimiento, la proactividad, la amistad, etc. ha sido precisamente ahora, cuando los acontecimientos nos han superado, y es necesario disponer de herramientas bien asentadas para defendernos de los mismos.

Partiendo de estos pilares, nuestras recomendaciones se centran en los siguientes aspectos:

1º.- Conoce y gestiona tu despacho.

Siempre, pero especialmente en estas fechas, hemos de disponer deuna radiografía de nuestros despachos, especialmente en materia económica-financiera, personal y profesionales, cargas de trabajo asignadas, fidelización y captación de clientes, formación, recursos tecnológicos, y un largo etcétera relacionado con el funcionamiento de la firma, pues esta, como organización dotada de unos recursos para la obtención de un fin, no deja de ser una empresa. Por lo tanto, cuidémonos de conocer constantemente la salud de nuestro despacho, y así tendremos la información necesaria para adoptar las necesarias decisiones estratégicas.

2º.- Fórmate

Hemos de ser humildes y ser conscientes de que el abogado está permanentemente en un proceso de formación y crecimiento, tanto técnico como emocional. Esta realidad tiene dos vertientes: una primera, la necesidad de formación y autoformación continua (decía Couture: “estudia, pues si no estudias serás cada vez menos abogado”); y la segunda, cuando necesitemos ayuda, tanto para solventar dudas jurídicas para la defensa de los casos cómo para superar una crisis vocacional, no dudemos en dirigirnos al compañero veterano, quien nos apoyará y ayudará. Por otro lado, la formación deberá dirigirse no sólo al estudio del derecho sustantivo y procesal, sino que hemos de dedicar espacios de tiempo a mejorar las competencias y habilidades necesarias para crecer en nuestro campo de actuación (comunicación, oratoria, mediación, litigación, honorarios, clientes, etc.). Conocer el derecho, sí, pero también saber aplicarlo.

3º.-  Cuida al cliente

Hay que mantener una relación estrecha con el cliente anticipándose a sus necesidades, informándolo permanentemente del desarrollo del asunto y, ¿por qué no?, dedicar un tiempo a socializar con él en un contexto relajado. Tan fácil y tan complejo, ¿verdad? Todo lo anterior nos lleva a que hay que fidelizar al cliente, pues es el verdadero tesoro de la Abogacía; sin él no hay profesión. Hemos de crear un vínculo de confianza basado en la lealtad, honestidad, transparencia e información, lo que el cliente agradecerá permaneciendo a nuestro lado y realizando nuevos encargos, verdadero flujo que dará vida a nuestras organizaciones.

4º.-  Hazte muy visible

Hoy, con la saturación de medios de comunicación existente, no es suficiente con ser buenos. Es necesario que nos conozcan, que sepan de nuestra especialidad, de nuestras habilidades. Para ello, debemos adoptar y aplicar las técnicas de marketing necesarias poniendo especial atención al empleo de la tecnología y, como no, el uso de las redes sociales.

5º.- Relaciónate

Relacionémonos constantemente (aunque esto estaría condicionado por la evolución de la pandemia), salgamos de la torre de cristal que constituye el despacho y, alejados del mismo, hagámonos visibles, pues de esta forma las posibilidades de incrementar contactos y encontrar clientes potenciales aumentarán considerablemente. La asistencia a congresos, charlas, desayunos de trabajo. ¡Tenemos que ver y ser vistos! De lo que se trata es de buscar oportunidades en cualquier tiempo y lugar, es decir, ser siempre un abogado y no perder oportunidad para que todos sepan quiénes somos y qué hacemos.

6º.- Socializa

En un sector cada vez más globalizado, considero de suma importancia interactuar con los compañeros de profesión, bien a través de alianzas o contactos periódicos, lo que nos permitirá estar al tanto de lo que se cuece en la profesión y, de paso, aprender de nuestros colegas.

7º.- Mejora en aspectos emocionales

El autoconocimiento y el conocimiento emocional de las personas con las que interactuamos se está convirtiendo en una competencia primordial de todo abogado, pues al fin y al cabo las interacciones que desarrollamos se producen entre seres humanos y en un contexto generalmente controvertido; ¿existe otro lugar en el que el dominio del factor emocional no sea tan necesario? Efectivamente, continuamente estamos interactuando con personas y con sus emociones; el abogado es humanista y todo lo humano le atañe, por lo que disponer de habilidades emocionales nos facilitará enormemente la práctica profesional, ya que estas incrementan notablemente las funciones intelectuales que, además, dan acceso otras habilidades de manifiesta importancia para relacionarnos con los demás y ser más eficaces.

8º.- Especialízate

Hoy en día, la especialidad es clave para el abogado puesto que la proliferación normativa, el actual mercado de servicios legales y la presión de una competencia feroz han motivado que el otrora abogado generalista sea paulatinamente reemplazado por el abogado especializado en las diversas ramas del derecho; incluso en sectores de actividad (banca, aeronáutico, nuevas tecnologías, etc.), pues a través de una especialidad bien definida, el abogado podrá crecer profesionalmente en el contexto indicado[1]. No obstante, cuando el abogado comienza, debe conocer, al menos de forma puntual, la práctica profesional en las diversas ramas del derecho, es decir, actuar como un generalista todoterreno durante algunos años, pues de esa forma tendrá una visión mucho más completa de la profesión que de haberse centrado desde el principio en una especialidad; lógicamente, el cambio de lo general a lo especial dependerá de las circunstancias de cada uno.

9º.-  Cuida los honorarios y no dejes que se embote el filo de tu economía

Vigilemos todo lo relativo a los honorarios profesionales, puesto que un despacho sin ingresos, o con ingresos insuficientes, está condenado a la extinción. Para ello, aprendamos técnicas de presupuestación, gestión y cobro de honorarios, y démosles la importancia que merecen, pues sin una posición definida en este campo llegará un momento en el que el trabajo realizado nunca está suficientemente compensado.

10º.- Usa e invierte en soluciones tecnológicas

La pandemia se ha convertido en un catalizador del cambio inmediato en los despachos; cambio necesario para gestionar y responder a la crisis. En este contexto, ha resultado una tendencia generalizada el uso de la tecnología para la prestación de nuestra actividad; efectivamente, sirviéndonos de las herramientas tecnológicas, hemos mejorado nuestros servicios, su eficiencia y su productividad.

Esta situación no ha escapado a ningún profesional, y es una cuestión fuera de toda duda que los abogados hemos de aumentar el uso y la inversión en soluciones tecnológicas,  pues estas van a representar el verdadero combustible de los despachos en los próximos años.  Por citar algunos ejemplos, los nuevos cambios se centrarán en la firma electrónica, nuevas generaciones de software de gestión, automatización de la creación e documentos, tecnología para la mejora de la productividad, gestión del flujo de trabajo de documentos y contratos, servicios en la nube, etc.

En fin, creo que podrían plantearse otras ideas y reflexiones a modo de recomendación, pero las anteriores abarcan los aspectos claves de todo abogado: su profesión, su organización (despacho), sus clientes y su persona, elementos interconectados que, si funcionan con la debida uniformidad y coherencia, nos ayudarán a superar, como ya lo estamos haciendo, esta nueva incertidumbre que nos acecha.

¡Qué tengáis un maravilloso 2022 en lo personal y en lo profesional!


[1] No obstante, ello no impide que en determinadas plazas (pequeñas localidades especialmente) siga manteniéndose la figura del abogado generalista.