Recientemente, tuve la suerte de impartir una ponencia en el Ilustre Colegio de Abogados de Huelva, y ello en el contexto de una serie de actos de apoyo colegial al flamante proyecto de Asociación de Jóvenes Abogados. Tras la conferencia tuve ocasión de tomar un café y cambiar impresiones con compañeros, especialmente veteranos, quienes me transmitieron algo que vengo escuchando de forma reiterada en toda la geografía española, y que no es otra cosa que las actuales dificultades de la profesión a resultas del elevado número de abogados colegiados y de la competencia feroz que está generando esta indeseable situación.

Mientras comentábamos esta realidad, no podía menos que mirar de reojo a los jóvenes abogados promotores de la nueva asociación (que se encontraban sentados con nosotros) y comprobar la ilusión de unos rostros francamente decididos a perseverar en su proyecto personal y colectivo, a pesar de las dificultades que atisbaban en el horizonte al que hacíamos referencia durante el improvisado coloquio.

Al despedirme, el compañero Ramiro Guinea, miembro de la Junta de Gobierno, me invitó amablemente a colaborar en la revista oficial del Colegio, ofrecimiento que acepté gustoso.

Y aquí estamos, de modo que tras darle algunas vueltas, y dado el impactó que me causó la presencia de aquellos jóvenes abogados, hoy me gustaría poner mi granito de arena para animar y apoyarlos en la senda que han comenzado o van a comenzar, lo que haré a través de una serie de reflexiones, consejos o ideas, llámese como se quiera, cuyo único objeto, insisto, es ayudar a que en sus primeros pasos estos jóvenes puedan cimentar mejor el edificio de sus respectivas prácticas profesionales.

Dicho esto, me dirijo a ti, joven abogado, a fin de ofrecerte unas reflexiones que podrían auxiliarte en tu futuro recorrido profesional.

.- Debes conocer la dificultad de una profesión en la que hay demasiados abogados, y donde la competencia es dura, lo que se traduce en una elevada oferta de servicios, un descenso sin precedentes en los honorarios y, por supuesto, una escasez de clientela. Ser consciente de esta situación es fundamental para que dispongas de una idea realista del escenario en el que vas a desarrollar tu práctica. Realismo, por muy duro que pueda ser, es la mejor medicina para evitar caer en la trampa de la ingenuidad.

.- Al conocer este panorama, ya tienes mucho ganado, pues tus expectativas deberán ajustarse progresivamente a esta realidad, lo que te ayudará a evitar muchas frustraciones y, además, sabrás de antemano cómo actuar ante las dificultades para ir creciendo como abogado. Aquí la tolerancia a la frustración, la perseverancia y la disciplina son vitales. Recuerda, como decía Martínez Val, que los despachos no se hacen con el sudor de la frente, sino con el sudor del alma.

.- Para este viaje debes ir bien pertrechado, y qué mejor que te acompañe la vocación, esa llamada o voz interior que sentimos y nos impulsa hacia el ejercicio de nuestra profesión, esa llamada que surgirá e irá creciendo a medida que vayas conociendo los entresijos de la profesión, con sus sinsabores y alegrías, con sus buenos y malos momentos. Sin vocación estarás perdido, pues cómo dice Torre, aquellos que desempeñen una labor por la que no sientan atracción alguna, llevarán siempre consigo un sedimento de amargura y, más aún, de derrota, al par que no reportarán a la sociedad, la utilidad que hubieran producido en otra actividad que armonice con su vocación.

.- Sé siempre humilde y sé consciente de que el abogado está permanentemente en un proceso de formación y crecimiento, tanto técnico como emocional. Esta realidad tiene dos vertientes: una primera, la necesidad de formación y autoformación continua (decía Couture: “estudia, pues si no estudias serás cada vez menos abogado”); y la segunda, cuando necesites ayuda, tanto para solventar dudas jurídicas para la defensa de tus casos cómo para superar una crisis vocacional, no dudes en dirigirte al compañero veterano, quien te apoyará y ayudará a encontrar la solución que necesitas. Compartir, fruto de la lealtad que nos une, es una de las formas de compañerismo más extraordinarias que existen.

.- Relaciónate constantemente, sal de la torre de cristal que constituye tu despacho y, alejado del mismo, hazte ver, pues de esta forma tus posibilidades de incrementar contactos y encontrar clientes potenciales aumentará considerablemente. La asistencia a congresos, charlas, desayunos de trabajo (aunque sea sobre  ‘La cría de la Chinchilla’, puede ser muy positiva si sabemos vendernos). ¡Tenemos que ver y ser vistos! De lo que se trata es de buscar oportunidades en cualquier tiempo y lugar, es decir, ser siempre un abogado (no olvidar las tarjetas) y no perder oportunidad para que todos sepan quiénes somos y qué hacemos. Que nadie piense que esto es presumir; todo lo contrario, es vivir y sobrevivir.

.- No te olvides de conocer a otros operadores jurídicos (jueces, fiscales, abogados del estado, notarios, registradores, etc.), pues de esta forma no sólo profundizarás en tu profesión a través del conocimiento de otras perspectivas, sino que conocerás las últimas tendencias forenses. Además, constituye una verdadera satisfacción el hecho de conocer y ser conocido en los ambientes en los que sueles trabajar. Esto te dará ánimos, pues no te sentirás tan solo, mejorando tu autoestima profesional.

.- Dispón siempre de una radiografía de tu despacho, especialmente en materia económica-financiera, pues éste, como organización dotada de unos recursos para la obtención de un fin, no deja de ser una empresa (muy especial, por supuesto, pero una empresa). Por lo tanto, cuídate de conocer constantemente la salud de tu despacho, y así tendrás la información necesaria para adoptar las necesarias decisiones estratégicas.

.- Cuida todo lo relativo a los honorarios profesionales, puesto que un despacho sin ingresos, o con ingresos insuficientes, está condenado a la extinción. Para ello, aprende técnicas de presupuestación, gestión y cobro de honorarios, y dale la importancia que merecen, pues sin una posición definida en este campo llegará un momento en el que te darás cuenta de que el trabajo realizado nunca está suficientemente compensado.

.- Cuida a tu cliente, pues es el verdadero tesoro de la Abogacía; sin él no hay profesión. Crea un vínculo de confianza basado en la lealtad, honestidad, transparencia e información, lo que el cliente te agradecerá permaneciendo a tu lado y dándote nuevos encargos. Y, cómo no, sal a buscar clientes continuamente, tanto en la época de bonanza como durante la crisis. Un despacho se abastece de casos, y estos los aportan los clientes. La autoformación en técnicas de marketing, y especialmente en materias comerciales, deberán ser un referente continúo, ya que las capacidades comerciales se adquieren a través de su conocimiento y puesta en práctica. La lectura y asistencia a seminarios se antoja fundamental.

10º.- No olvides la importancia que tiene la gestión emocional en nuestro trabajo, pues continuamente estamos interactuando con personas y con sus emociones. El abogado es humanista y todo lo humano le atañe, por lo que te facilitará enormemente la práctica profesional disponer de habilidades emocionales, ya que estas incrementan notablemente las funciones intelectuales y da acceso otras habilidades de manifiesta importancia para relacionarnos con los demás y ser más eficaces, máxime en un contexto plagado de controversias.

Y aquí concluyo, compañero; si bien se han quedado muchos temas en el tintero (nuevas tecnologías, diferenciarse, etc.), creo que estas reflexiones podrán auxiliarte en tu desempeño diario, sin olvidar que al final todo depende de ti, pues si eres capaz de liderar tu propia vida como consecuencia del potencial que dispones para mejorarte a ti mismo, a tu situación y a tu entorno mediante la toma de las iniciativas necesarias para crear cambios en tu vida, no dudes que habrás acertado.

Mucha suerte en este viaje…

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