Los abogados vivimos en un contexto en el que desgraciadamente abundan los rencores, la violencia, la insolidaridad, la desigualdad, etc., por citar algunos de los males que perturban la convivencia, pues no hemos de olvidar que el hombre queda, entero y verdadero, en su total dimensión, bajo la mirada del abogado. Y como tales profesionales, intervenimos activamente tratando de encontrar soluciones a los conflictos que nacen de dichos males, aconsejando, mediando, o instando que se alcance una solución justa.

En este oscuro escenario, el abogado, con su esfuerzo, también alcanza momentos de auténtica alegría en los que en ocasiones se consigue la Justicia implorada y se restablece el derecho vulnerado; se alcanza la paz entre los opuestos o se abre un camino de esperanza para los afectados en la enconada disputa.

Esta dualidad es una constante en nuestra actividad; día tras día; mes tras mes; año tras año… Es, sencillamente, la vida que hemos escogido y que nos ha tocado vivir.

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